Autismo - Las olimpiadas de la mediocridad

Nota: Este artículo está basado en mi experiencia de vida, cosas que he decubierto en sesiones con mi psicólogo y cosas que he aprendido de material académico sobre autismo.

Las Olimpiadas: La máxima celebración del esfuerzo y la dedicación.

Existen actividades tan normalizadas que las personas las realizan sin esfuerzo, pero también hay otras que requieren dedicación y entrenamiento para dominarlas. Es selecto y reducido el número de personas quienes han elegido practicar algún deporte olímpico. El ejemplo más cercano que tengo es el de mi hermano, medallista parapanamericano en natación.

Otros ganan maratones, carreras con vallas, e incluso hay quienes logran dar en el centro en tiro con pistola durante las olimpiadas, esto, con una mano en el bolsillo. Alcanzar el nivel de un deportista olímpico tiene un costo. Cada atleta dedica una cantidad de tiempo y esfuerzo que va más allá de lo que las personas de a pie podrían imaginar. Un fallo en la ejecución de sus rutinas puede significar quedar fuera de la competencia o incluso sufrir una lesión.

El mundo reconoce su importancia, por lo que no se escatima en tiempo ni en recursos. Es natural que alguien que ha logrado destacar en una disciplina se sienta profundamente orgulloso de su logro.

Los Paralímpicos: Una celebración a los mejores, no importan sus barreras.

La organización mundial de derechos humanos ha definido el concepto de una persona con discapacidad como:

Cualquier persona en un cuerpo que en alguna situación enfrenta barreras que le impide desarrollarse de la misma manera que una persona sin esa barrera.

Supongamos que alguien con parálisis cerebral decide competir en las olimpiadas de natación. La persona en cuestión enfrenta una barrera que, pese a los años de dedicación y su esfuerzo en la competencia, le impedirá obtener un resultado que se acerque a lo neurotípicamente aceptable. ¿Es esta persona mediocre por no lograr lo que otros consideran algo normal? ¿Su esfuerzo es por alguna razón menos valioso que el de los atletas neurotípicos?

No. Por supuesto que no.

De manera que, al reconocer que no todos están en igualdad de condiciones, dadas diversas circunstancias y barreras, se ha decidido ajustar las olimpiadas para permitir una competencia justa. Por eso, una misma competencia (100 mts crawl, por ejemplo) existe en múltiples categorías determinadas por las barreras que las personas enfrentan.

Lo importante que se puede rescatar de esto, es el entendimiento de que las barreras de una persona no son motivo para no celebrar y reconocer sus logros, dedicación y esfuerzo.

Cualquier persona que dedique su vida a la búsqueda de alguna perfección en su arte o diciplina es alguien que en mi opinión debe sentirse orgullosa de ello. Después de todo, eso es lo que ha ayudado a evolucionar las ciencias, artes y a la misma humanidad.

El desprecio a la dedicación y esfuerzo.

La contraparte a la celebración de los logros alcanzados mediante la dedicación y esfuerzo, es el desprecio a la falta de los mismos. A los resultados menos que aceptables. A la mediocridad.

Regresando con nuestro atleta con parálisis cerebral, supongamos que ese evento tomó lugar. Compitió en la categoría de 100 mts crawl y obtuvo el último lugar. Y a diferencia de la vez pasada, tengamos una suposición adicional: Nadie en el jurado ni el público sabe de su condición y las barreras que enfrenta. Tampoco había manera de saberlo. Supongamos que su condición era efectivamente invisible.

¿Qué pasaría? ¿Se le celebraría por su esfuerzo y dedicación? ¿Se le reconocería por haber logrado competir en un evento que para él es mucho más difícil que para los demás?

No. Por supuesto que no.

No cumplieron con la expectativa de lo normal. No lograron lo que se esperaba de ellos. No lo hicieron bien.

De manera que la verdadera diferencia no está en la barrera, está en el reconocimiento de la barrera como algo legítimo y real. Y, por lo tanto, en la visibilidad y conocimiento de los demás sobre dicha limitación.

"El autismo no es una discapacidad visible; es un trastorno invisible." ~ Dr. Tony Attwood

Para las personas autistas, la comunicación y la interacción social no son naturales. Por ello, es necesario estudiar y aprender a detectar detalles que pueden ser invisibles nosotros los autistas, pero que los neurotípicos perciben con facilidad, de manera natural. Sin embargo, leer y estudiar teoría solo es útil cuando se combina con práctica y entrenamiento.

Y es entonces cuando se revela una dura realidad: así como un atleta sin pies se dará cuenta de que la teoría sobre la posición del tobillo al arrancar en atletismo no está diseñada para él, una persona autista aprenderá, a menudo a través de las consecuencias, que toda la teoría sobre interacción social está hecha por y para personas neurotípicas.

Por lo tanto, las personas autistas no solo deben entender y aplicar la teoría, sino que también deben desarrollar una propia que les permita interactuar con personas neurotípicas de manera aceptable, a base de prueba y error. La recompensa por 'ganar' el evento, es que no ocurrió nada malo.

Desarrollar esa teoría incompleta y defectuosa en la mayoría de los casos es una labor que toma años, decadas incluso. Al momento de escribir esto, tengo 28 años. De los cuales, 12 los he vivido participando constantemente en las 'olimpiadas de la mediocridad'. Entrenando todos los días, compitiendo sin descansos y estando obligado a hacerlo. Tener juntas de trabajo, intentar salir con alguien, hablar por teléfono con un amigo. En una cantidad, que al menos en mi experiencia de tener cercanía con atletas profesionales, superan con creces el entrenamiento que ellos realizan a diario.

Las apuestas son altas. Fallar en una rutina puede ser desastroso. Mi mejor esfuerzo en una gran variedad de eventos a menudo resulta en un rendimiento que no alcanza lo aceptable. El público lo verá así, lo juzgará así, y las personas con quienes tratas lo verán de la misma manera.

En mis 12 años de participación en estas olimpiadas, he acumulado múltiples lesiones, a menudo difíciles de reconocer. Sin saber exactamente desde cuándo me había lesionado, este año recibí el diagnóstico de Trastorno de Estrés Postraumático Complejo (TEPT-C), resultado de participar forzadamente en estos eventos y del trato de la sociedad hacia alguien con un rendimiento "mediocre".

Eso es resultado de perder. Pero, ¿qué pasa cuando ganas? En el mejor de los casos, nada. En el peor, comúnmente cuando las personas se enteran de tu autismo, viene la invalidación de tu persona y condición : "No te creo que tengas autismo", "Pero ¿cómo? Si se ve que tú sí tienes emociones", "Tú te ves normal", ...

Ante este panorama adverso, eventualmente, un atleta olímpico se retira. Ya sea por lesiones, por la edad o el peso de la competencia. Como sea, consideran su futuro, el esfuerzo invertido y las recompensas obtenidas. Sopesan eso con el posible futuro, y que ya no vale la pena.

En este punto, podrás pensar que tal vez esta comparación no es justa, que no es lo mismo. Y tienes razón. No es lo mismo y mucho menos justo.

Porque en las olimpiadas de la mediocridad, no hay medallas. No hay reconocimiento. No hay celebración. No hay jubilación. No hay descanso. No hay fin: 2 de cada 3 personas autistas piensan en retirarse, 1 de cada 3 personas autistas intenta retirarse, los niños autistas tienen 28 veces más probabilidad de intentar retirarse antes de los 10 años en comparación a sus pares neurotípicos.

¿Y qué es este retiro de las olimpiadas de la mediocridad?

Para las personas autistas, el suicidio, naturalmente.


Más artículos sobre autismo